11 Nov

Emociones vinculadas al duelo

Somos de gelatina


Me he topado por las redes sociales con este poema atribuido a Rafael Alberti:

Yo nunca seré de piedra,

lloraré cuando haga falta,

gritaré cuando haga falta,

reiré cuando haga falta,

cantaré cuando haga falta.

Y lo he conectado con una greguería de Gómez de la Serna, que desde hace un tiempo me ronda por la cabeza:

Queremos ser de piedra y somos de gelatina

Sé por qué me ronda desde hace un tiempo. Me llamó la atención la última vez que ojeé ese libro ya que veo cada día en mi trabajo la segunda parte de esta frase: las personas nos emocionamos sin quererlo, cuando nos sucede algún suceso que no podemos controlar.

Mi impresión es que habitualmente en muchas circunstancias este flujo de emociones es imparable. Se siente lo que se siente: tristeza ante una desdichada situación, alegría ante un golpe de suerte inesperado, miedo ante una situación peligrosa, por ejemplo. Al pararnos a reflexionar sobre ellas, en ocasiones mediadas por la escucha, favorecemos hacer consciente algo que nos va rondando.

Voy a entresacar varias vivencias emocionales en situaciones cercanas a una posible pérdida

· Pienso en un señor mayor hospitalizado al que atendí hace un tiempo. No hablaba de su enfermedad con la familia y se le humedecían los ojos al hablarme de sus hijos, buenos chicos, me decía, cuidadosos con él y su mujer. Siendo impensable que me compartiera más sentimientos, le escuché y fui entendiendo como se sentía. Me lo permite la empatía y la intersubjetividad humana. Luego, nos fuimos a otras cosas. Al despedirnos, me dijo que se sentía mejor.

· Pienso en el hijo de una paciente, que pasaba tiempo acompañando a su madre en el hospital. Alguna mañana solíamos hablar un ratito, tras mi visita a su madre. Habitualmente, estaba ocupado y se mostraba optimista; no me dejaba hablar de mucho más. Una mañana, en nuestro “encuentro”, al intuir algo diferente, le pude preguntar cómo estaba él y algo cambió. Me empezó a compartir el poco sentido que le veía a la situación de la madre y mostró su propio sufrimiento al permitirse hablar del sufrimiento de ella. La conversación se centró en eso, fue intensa, muy interesante y sobre todo, humana. Los días siguientes de la hospitalización fueron más fluidos, aun sabiendo el desenlace final. Le ayudó poder hablar de él a la vez que sentía lo que sentía.

· Pienso en mí, cuando mi padre me preguntó en el hospital si yo creía que volvería a casa. Empecé a contestarle, pero no le gustó lo que anticipó que iba a decir y me pidió callar. Claro que lo hice: cada uno marca el ritmo de su verdad soportable. ¿Qué sentí? Una vez leí que en japonés hay un nombre para eso, mezcla ternura con un sentimiento de acompañar a alguien porque quieres hacerlo, compartiendo emociones (positivas y negativas) y sabiendo que será efímero, algo así. No apunté el término.

Son varios ejemplos que me vienen al pensarnos como gelatina, entresacados de muchos más de personas con enfermedades crónicas o de sus familiares, que atiendo habitualmente en el hospital o en la consulta.

También veo a personas (son las menos) que en esas circunstancias se presentan como piedras. Prefiero las gelatinas. Gozan de mayor flexibilidad y facilitan el contacto humano, cualidades que considero de gran ayuda en épocas de dificultades.

Gracias por dedicarme un momento con tu lectura. Para cualquier comentario no dudes hacerlo mediante nuestro formulario de contacto.

 

Psicología y Coaching PS|CO

 

Maite García, Psicóloga Clínica y Coach, PS|CO

related posts

LEAVE A COMMENT