25 Jun

Ante el diagnóstico de enfermedades crónicas

Cómo afecta el diagnóstico de una enfermedad crónica


Cómo reaccionamos a un suceso está en función de nuestros procesos cognitivos, esto es, cómo lo percibimos, lo interpretamos, etc. Así, ante un suceso no deseado, no es solo su naturaleza lo decisivo para entender la crisis, sino que también es necesario conocer su interpretación, su significado y cómo la persona intenta reorganizarse. Respuestas diferentes llevarán a unas consecuencias u otras, con independencia de la noticia dada.

En este post, queremos centrarnos en cómo afecta el diagnóstico de una enfermedad crónica, sea esta neurológica, nefrológica, reumatológica o de cualquier otro tipo, cuando es crónica, es decir, su pronóstico es de por vida. Y, para ello, vamos a analizar varios elementos que nos pueden ayudar a responder a esta pregunta.

 

Afrontamiento de una enfermedad crónica

Las primeras reacciones al diagnóstico, al igual que a cualquier otra mala noticia, suelen ser emocionales (miedo, rabia, tristeza…) para posteriormente valorar lo que ha pasado. Las interpretaciones más habituales suelen ser de amenaza o de pérdida, aunque también ¿por qué no? de reto personal. El impacto en la persona y en su entorno cercano será diferente en función de esto.

Al afrontar sucesos de este tipo, hemos de llevar a cabo dos actividades principales, ambas fundamentales, que son: intentar solucionar el problema propiamente dicho y manejarnos con las emociones que sentimos. En ambas, se puede tener una actitud de acercamiento o de evitación, siendo esto muy variable.

Es importante señalar que estos estilos se crean y establecen durante el desarrollo, desde la infancia a la edad adulta, y pasan a formar parte del estilo habitual de respuesta. No tiene por qué ser invariable, esto es, el cambio es posible; sin embargo, para muchas personas permanece el mismo durante toda su vida

 


Vida normalizada con una enfermedad crónica es posible


 

Valoración de los propios recursos actuales y tal vez, futuros

Es fundamental conocer los recursos necesarios para manejarse, tanto en lo práctico como en lo emocional, si disponemos de ellos o se pueden conseguir. Cómo nos afecte el diagnóstico variará en función de esto, y para ser objetivo en esta valoración hay que darse tiempo y no precipitarse, ya que tras el diagnóstico la propia emocionalidad nubla los ojos, más que el humo de la vieja canción.

Si pensamos que tenemos recursos, del tipo que sea, nos acercaremos a posibles soluciones, como analizar lógicamente el estado actual, reestructurarlo de manera positiva, buscar guía y apoyo, identificar y comprender nuestras emociones para ir elaborándolas. En muchas ocasiones, las estrategias pasan por tener clara la conveniencia de seguir las indicaciones médicas, ir a los controles, cambiar algunos hábitos… que pueden mejorar la calidad de vida y tal vez, el pronóstico. Ante cualquier diagnóstico, por nefasto que éste sea, siempre se puede hacer algo, si nos desenfocamos del final y nos centramos en el proceso.

Si creemos que no somos capaces de manejarnos, pensaremos casi continuamente o lo intentaremos evitar sin éxito, negaremos nuestras emociones o las descargaremos, nos resignaremos sin más, buscaremos otras gratificaciones, que tal vez no sean sanas y compliquen el proceso. 
Probablemente, nos sintamos impotentes y con menos control de lo que nos ocurre, más tristes, ansiosos, irritables…, que puede interferir en la intensidad o en la frecuencia de los síntomas presentes, entrando en un círculo vicioso: mayor sufrimiento – peor control sintomático (y viceversa), de difícil salida.

 

Proceso de aceptación

Los procesos de aceptación están relacionados con los tipos de afrontamiento. Son procesos activos y continuos, no se trata de todo o nada. Para poder asumir diagnósticos de este tipo, se necesita tiempo y realizar muchas tareas, escuchas y reflexiones. No es nada fácil.

En situaciones comprometidas con la vida, es más probable sentir de cerca la finitud de toda vida y la propia vulnerabilidad. Y, su abordaje pasa por el acercamiento emocional y/o existencial. A algunas personas, les ayuda encontrar un sentido a lo que están viviendo. En palabras de Víctor Frankl: «Lo que destruye al ser humano no es el sufrimiento, sino sufrir sin sentido».

 

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Maite García, Psicóloga Clínica y Coach, PS|CO

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